jueves, 7 de junio de 2012

La Agro Isleña y La Agro Japonesa


LA AGRO ISLEÑA Y LA AGRO JAPONESA
Feb. 2011 - J. J. Martínez Vera

    Al finalizar la segunda guerra mundial los campesinos japoneses seguían siendo las víctimas de un sistema feudal que los había mantenido en la miseria y en la ignorancia por muchos siglos. La mayoría era analfabeta y debía entregar la mitad de su cosecha a los dueños de la tierra, quienes vivían con gran lujo en las principales ciudades del país. Esa situación provocaba con frecuencia rebeliones de los labriegos y largos períodos de escasez. El gobernador de la nación era el general norteamericano Douglas MacArtur, ante quien los mandatarios japoneses habían firmado las cláusulas de su rendición. Ante esa situación el general decidió hacer una reforma agraria al estilo capitalista. Por medio de un decreto permitió que dos millones y medio de parcelas pasaran a ser propiedad de sus ocupantes, quienes tenían 20 años para pagarlas. De esa manera 4.750.000 arrendatarios se convirtieron en propietarios capitalistas.



    El resultado no se hizo esperar muchos años. En la superficie cultivable del país, de unos 60.000 kilómetros cuadrados, (menor que la de nuestro estado Guárico) se estaban obteniendo cosechas para alimentar a 50 millones de habitantes. Poco a poco obtuvieron el dinero para comprar los motores, los gallineros para criar cien millones de pollos por año, adquirir los tractores para el arado, las máquinas de ordeñar, pagar los servicios de rociadores y helicópteros para combatir las plagas y facilitar las cosechas de arroz con diminutas trilladoras. En conjunto aumentaron su rendimiento en un 40 por ciento y triplicaron los ingresos agrícolas, pues aprendieron a cosechar sin tierra y le ganaron espacios al mar. Por esos mismos años se aprobó una nueva Constitución, ahora democrática, que consagraba el voto universal, directo y secreto; la división de poderes; un sistema judicial independiente, gobernadores electos regionalmente y garantías sobre los derechos humanos fundamentales. El Emperador reconoció públicamente su naturaleza humana, terminando con siglos que consagraban su divinidad. El proceso condujo, como era de esperarse, a que Japón se reconvirtiera en una potencia mundial.

    Mientras eso pasaba en Japón estaba sucediendo todo lo contrario en Europa Oriental. El ejército soviético se había hecho dueño de Polonia y Checoslovaquia, de Hungría y Alemania Oriental, de Bulgaria y Rumania, y otra decena de países. Allí, lejos de democratizar la propiedad se había concentrado en manos del Estado. Se sucedieron entonces largos períodos de escasez y hambruna, de rebeliones y purgas, de cárceles, ejecuciones y exilios. La producción agrícola disminuyó a medida que se organizaban los soviets, o comunas, estas se transformaban en cooperativas y se sucedían los fracasados planes quinquenales. Mientras Japón vería en 1.951, seis años después de finalizada la guerra, la desocupación de las fuerzas norteamericanas, la Europa Oriental tendría que soportar la tiranía por 44 años, hasta el desplome de  la economía soviética y la caída del muro de Berlín en 1.989. Todos esos países, incluyendo a Rusia, tratan de adoptar ahora, en el siglo XXI, los métodos capitalistas que la experiencia ha demostrado conducen al tan necesario bienestar del pueblo.

    Sólo los ciegos que no quieren ver ignoran cual de los dos caminos señalados fue el escogido por Chávez. Lo sucedido con la Agroisleña obedece a las normas soviéticas. Se había apropiado de unas tres millones de hectáreas. (No expropiado puesto que esto significa pagar el justo precio antes de agarrar). Eran fincas de alta productividad como La Marqueseña, San Pablo Paeño, El Frío, El Charcote, etc., pero no ha entregado ningún título de propiedad sino permisos de uso. (El modelo soviético) Son ahora haciendas del gobierno; es decir, de Chávez. Su plan no se limita a las fincas sino al dominio absoluto de toda la cadena alimenticia. Ya agarraron varias empresas  agroindustriales para el procesamiento de aceite, sardinas, leche, carne, café, arroz, maíz, etc. y de comercialización como Friosa, Cada, Éxito, Cealco, etc., para complementar la red de los Abastos Bicentenarios, Mercal y PDVal.  

    El último zarpazo cayó sobre Agroisleña, una empresa con una experiencia  de varias décadas que aportaba el 80 por ciento de las semillas de hortalizas, proveía el 70 por ciento de los agroquímicos, apoyaba con créditos a unos 18.000 productores  agrícolas, desarrollaba programas especiales con productores de más de 800.000 toneladas en rubros como maíz, arroz, sorgo y otros, y, en general, era el mejor soporte técnico con el que contaban los productores nacionales.  El Presidente Chávez argumenta que la apropiación se hace para bajar los precios de semillas y fertilizantes y otros personeros del gobierno afirmaron que esa empresa comercializaba productos prohibidos. No bastó que la empresa demostrara que todos sus productos eran vendidos por el Estado, con precios establecidos por el Estado y con propósitos establecidos por el Estado. La apropiación prosigue.

    Para entender lo que busca el gobierno, escudándose sobre tamañas mentiras, debe recordarse lo que ha sucedido en los últimos años en materia agrícola: Antes de este gobierno el país exportaba 400.000 quintales de café; ahora los importamos. Antes importaba 50.000 toneladas de leche, pero ahora importa 350.000. En el año 2.004 casi nos autoabastecíamos de carne, ahora importamos más de la mitad del consumo nacional. En el año 2.009 importaba 250.000 toneladas de maíz; ahora importa el doble. En el año 2.004 exportaba 100.000 toneladas de arroz; ahora importamos 350.000. Antes los silos estaban llenos de productos nacionales; ahora lo están de productos importados. Lejos de ayudar a nuestros productores, como sucede en todas partes del mundo, el gobierno se dedica a ayudar a loa agricultores extranjeros.

    Se trata de una política del gobierno que no sólo incluye a la agricultura sino a todo el espectro de la economía. Polar y Cargill, entre otras, ya han sido amenazadas. El gobierno pretende que absolutamente todos los venezolanos dependamos del gobierno. El gobierno quiere reservarse el monopolio en la oferta de trabajo. Así seremos sumisos, como en todos los países comunistas. No hay otro motivo que pueda justificar el desastre que está provocando en todas las empresas nacionales.

1 comentario:

  1. Si! Y ademas de hacer Lobby y alianzas con otros países "amigos" como Nicaragua y otros comprandoles su producción agro-pecuria para así "ayudarles" comprarles su producción, de esa manera se piensa que se fortalecen lazos y se fortalece al Regimen...

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